viernes, 4 de diciembre de 2009

¿Cómo Creerán?



Hacia un poco más de 150 años atrás, Latinoamérica era tan solamente una parte olvidada del continente, compuesta de naciones muy poco desarrolladas, con poca o ninguna experiencia democrática, con serios problemas sociales y sobretodo, completamente católico-romana. Los primeros misioneros llegaron a esta parte del continente alrededor de 1850 y empezaron una obra con mucha valentía, por enfrentar Estados Católicos, que no permitían la presencia y expansión de los protestantes. Muchos de estos misioneros murieron en nuestro suelo, en medio a nuestra gente, después de haber dejado su país, su familia, y todo más para responder la pregunta del apóstol Pablo: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?

En mediados del siglo XIX Norteamérica y Europa experimentaban una renovación espiritual y misionera. Pese los grandes debates teológicos, la iglesia se abrió a las misiones mundiales y enviaron misioneros para muchas partes de mundo, incluso a una Latinoamérica que era una mezcla de paganismo con un catolicismo romano de colonización. En nuestras tierras ellos plantaron iglesias, organizaron presbiterios, seminarios, institutos bíblicos, escuelas, hospitales. Muchas personas llegaron al conocimiento del evangelio por intermedio de ellos y las iglesias evangélicas en Latinoamérica son herederas de este trabajo. Nosotros somos herederos de esta misión.

El tema es que con mucha satisfacción disfrutamos del beneficio pero no hemos logrado reproducir el mismo esfuerzo misionero hacia los otros pueblos que todavía no han conocido al Señor, y que siguen en las mismas condiciones que nosotros 150 años atrás. Hemos recibido la dádiva del evangelio y lo hemos ocultado del mundo no alcanzado.

Ya es hora de que nos demos cuenta de la responsabilidad que nos corresponde: hacer Dios conocido entre los pueblos no alcanzados por el evangelio, entre las naciones con poca penetración del mensaje, en todo mundo. Y esta es una responsabilidad que no se aplica de arriba hacia abajo, como que esperando una actitud de las instancias superiores de nuestra denominación, sino que viene desde la obediencia personal, y encuentra la perfecta aplicación en la labor de las iglesias locales, quienes son las que envían los misioneros, que sustentan económicamente el avance, y que oran constantemente por la labor que ejecutan estos. En pocas palabras, es la iglesia quien hace la misión.

Cuando entremos en nuestro momento íntimo con Dios, en lugar de tan solamente pedir por nuestros propios problemas, debemos, con toda sinceridad de nuestro corazón clamar como Pablo: “Y cómo oirán sin haber quien les predique?” y responder como Isaías: “Heme aquí, envíame a mí”.

1 comentario:

  1. mmm..es verdad. El día a día muchas veces hace que olvidemos lo sufrido y efectivo que fue el comienzo del evangelio en latinoamérica, pero no basta con eso, "debemos dar lo que por gracia hemos recibido"...la buena voluntad al servicio de Dios.

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