En época de elecciones todos miran hacia el discurso de los candidatos. Más que buenas propuestas, hemos intentado ver lo que está por detrás de las palabras de ellos, buscando comprender cuáles son sus verdaderas capacidades y sobretodo sus motivaciones. En un candidato, la motivación por detrás de sus propósitos es importantísima porque define substancialmente su carácter, y comprendiendo su carácter, podemos imaginar que es lo que se puede esperar de su trabajo.
Nosotros tenemos la tendencia de exigir una pureza de carácter absoluta de los que postulan los cargos públicos, pero no tanto de nosotros mismos. Muchas veces, en las pequeñas cosas somos exactamente lo contrario de lo que exigimos, o cuando no hacemos nada de malo en sí mismo, hacemos lo bueno por las motivaciones equivocadas (que es lo mismo). Louis Berkhof, un teólogo holandés cierta vez dijo: “Para Dios, que es espíritu, pensamientos son hechos”. Eso nos expone a una terrible verdad: para Dios, la intención con la cual hacemos las cosas importa tanto cuanto o aun más que las mismas acciones.
Jesús en el sermón del monte dijo claramente: (Mateo 5:27-28) “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. En este sermón Jesús nos muestra como realmente Dios nos ve. Dios no mira tan solamente lo que hacemos, sino que mira también nuestras intenciones, nuestro corazón, nuestras motivaciones; tanto que la solución de Jesús para la situación que él había presentado es: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti”, esto es, genere la ocasión para no pecar, busque intencionalmente crear instancias que le alejen de la misma posibilidad de caer en tentación, fortalezca tus puntos débiles y oriente su motivación a agradar a Dios.
¿Cuál entonces debe ser nuestra verdadera motivación? Nosotros fuimos creados para adorar a Dios y esto significa que fuimos diseñados para que por medio de lo que somos podamos agradar al corazón de Dios, nuestro lugar y función en el mundo no es salir en busca de nuestra propia felicidad, sino que en busca de la felicidad de Dios, del agrado de Dios, de la sonrisa de Dios. No importa lo tan bueno que puedas ser, o tan dedicado que alcances presentarse, si todo lo que haces no es tan solo y únicamente para que Dios sea agradado, es tan malo cuanto cualquier otro pecado. Siempre que hacemos algo, para alguien lo hacemos, y si no es para Dios, estamos dando la gloria del Señor a quien no corresponde. Por lo tanto, si quieres una buena y verdadera razón para vivir: viva para ver la sonrisa de Dios.
Qué cierto es lo que pusiste. Debemos mirar las intenciones que hay detrás de esas sonrisas brillantes.
ResponderEliminarEn Diciembre me toca votar, y estoy él pidiéndole a Dios que sea el quien me guie.
Un abrazo
Paula.