lunes, 31 de agosto de 2009

¿Quién dijo que no podemos ser mejores?


Somos viciados en mediocridad. Somos constantemente tentados a ser padres mediocres, hijos mediocres, profesionales mediocres, alumnos mediocres y cristianos mediocres. No son pocas las veces en que cedemos a la tentación y alimentamos nuestro vicio, acostumbrándonos a ser mucho menos de lo que pudiéramos ser. Según el diccionario, mediocre significa ser de mala o media calidad, o no tener la capacidad para la actividad que realiza. En la práctica significa ser voluntariamente displicente, contentarse con ser o hacer algo de calidad mediana o baja. Ser mediocre es querer no ser bueno.

¿Y por qué somos así? ¿Por qué nos sentimos realizados con tan poco? ¿Por qué nos acostumbramos en no ser los mejores que pudiéramos ser? Vamos intentar aquí algunas respuestas.

Primeramente, podemos decir que nuestra tendencia a la mediocridad tiene un origen sociológico. La colonización latinoamericana fue una colonización de invasión, de dominación, de exploración. Hace pocos años que nosotros empezamos a ser los verdaderos dueños de los recursos que poseímos y en la mentalidad de la población en general reside un concepto de que somos inferiores a los habitantes de países desarrollados. Eso explica un poco lo porque tenemos la tendencia de pensar que lo que viene del extranjero es mejor que lo nacional. Esta teoría puede aclarar algo, pero no explica completamente nuestro natural deseo de ser “más o menos”.

Otra posible respuesta está en la economía. Algunos creen que el nivel social de una persona determina su deseo por lo mejor. Eso explicaría porque algunas personas se someten a vivir en habitaciones mediocres, aunque tengan alguna capacidad de mejorarla, mientras los que viven en los niveles más elevados de la sociedad se dedican a tornar su hogar cada vez más moderno y confortable. Este argumento es limitado y llenos de ejemplos contrarios, aunque en parte, tenga razón.

Una respuesta más contundente es la espiritual. Una de las razones para nuestro vicio en la mediocridad está en nuestra distancia de lo Bueno. Dios es perfecto y nos creó en perfección. Después de concluir el trabajo de cada día de la creación Dios dijo que era bueno, pero al final del sexto día, habiendo concluido toda la creación él dijo que todo era bueno en gran manera. Dios hizo todo en excelencia, de la mejor manera posible y al crear el ser humano a su imagen, le comunicó este valor, de manera que si podemos hacer cosas muy buenas es porque heredamos de Dios esa capacidad.

El problema es que el pecado de Adán y lo nuestro deturpó esta imagen de Dios en nosotros y nos regaló la mediocridad. Ser mediocre es buscar el malo menor, mientras la excelencia es buscar lo mejor de los mejores y Dios que se relaciona en excelencia nos invita a vivir en excelencia en todos los aspectos. De esta forma, para ser excelente tenemos que aprender con Dios, acercarnos a la manera de Dios de hacer las cosas. Solo podemos ser realmente muy buenos en lo que hacemos cuando somos motivados por una razón excelente (la gloria de Dios), cuando somos guiados por un líder excelente (Cristo) y cuando somos coherentes con las dos razones básicas para buscar los mejor: fuimos creados para ser excelentes por un Dios excelente y tenemos todas las herramientas para llegar a este ideal en la Palabra y en la presencia del Espíritu Santo en nosotros. Al fin y al cabo, ¿Quién dijo que no podemos ser mejores?

1 comentario:

  1. tiene mucha razón, la domesticacion de la conquista, potencio nuestra naturaleza pecaminosa, la labor redentora de cristo deberia liberarno de esa historia que aún no hemos superado..

    respecto a maraquear no sé como se dice esa palabra en brasil,

    pero es un garabato... no lo vaya decir en su iglesia... porque es una insolenicia!!!

    Saludos jajaja

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